Pleomorfismo


“Hay tres cosas que no pueden ocultarse por mucho tiempo, el sol, la luna y la verdad”

Buda

Comprender el fenómeno del pleomorfismo y los aspectos que lo rodean es de relevancia porque representa en buena medida las bases sobre las que descansan las terapias holísticas utilizadas por este centro terapéutico para tratar serias patologías como el cáncer.

A continuación se entrega un trabajo resumido pero a su vez explicativo para comprender de mejor forma el concepto del pleomorfismo y su relación con la enfermedad, así como también el por qué es un término tan poco conocido por el común de las personas. La historia es contada a partir de las investigaciones de algunos de los más importantes hombres y mujeres de ciencia en esta materia.

PIER JACQUES ANTOINE BÉCHAMP (1816-1908)1, 2, 3, 4, 5

Muchas personas no saben que hace más de un siglo tuvo lugar un enfrentamiento de envergadura entre dos científicos franceses; uno representando a la industria farmacéutica, Louis Pasteur (1822-1895), y el otro representando al holismo, Pier Jacques Antoine Béchamp. Revisar este acontecimiento histórico, los aspectos centrales detrás del debate y la manera mecanicista histórica de entender la enfermedad, es relevante para comprender por qué ha sido tan difícil para algunas personas aceptar ciertas tecnologías y conocimientos holísticos. Leyendo sólo hasta aquí, los más suspicaces ya podrán suponer que el enfrentamiento fue ganado por Pasteur, lo cual por cierto, traería consecuencias hasta el día de hoy.

Louis Pasteur, conjeturando respecto de cómo la gente enfermaba, promovió lo que llegó a ser conocido como la teoría de los gérmenes en la enfermedad. Básicamente, dicha teoría señala que las bacterias, virus y hongos son inmutables y tienen la capacidad de infectar a las personas desde una fuente externa; un microbio en particular causa una enfermedad en particular y una vez que eliminamos el patógeno con medicamentos nos deshacemos de la enfermedad y volvemos a tener salud. Sin embargo, dice Nenah Sylver (2011), “lo que la mayoría de las personas no saben, es que la teoría de los gérmenes de Pasteur está basada en investigación errada y defectuosa, sino más bien, derechamente falsa”.

Pasteur es conocido entre la mayoría por haber desarrollado el método de esterilización de la leche calentándola a altas temperaturas, cual en su honor es llamado “pasteurización”, pese a que dicho método no es favorable para mantener la riqueza nutricional de los alimentos, pudiendo afectarlos al punto de hacerlos dañinos.

Asimismo, muy pocas personas están conscientes que de las ideas y descubrimientos que Pasteur hizo públicas y llegaron a ser conocidas, varias fueron robadas a Béchamp, su rival lejos más brillante y capacitado.

Los dos hombres eran bastante diferentes en intelecto, experiencia, competencias y temperamento. Pasteur no tenía entrenamiento en ciencias biológicas o médicas, ni tenía ningún otro reconocimiento educativo superior que no fuese su carrera de pregrado en química, quien además, “difícilmente aprobaba sus exámenes” (Sylver, 2011). Béchamp, por otra parte, poseía varios altos grados y cargos académicos, entre los cuales figuran los de médico, doctor en ciencias, máster en farmacia, profesor de química médica y farmacia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Montpellier, profesor de biología química, miembro y profesor de física y toxicología, y decano de la Facultad de Medicina en la Universidad de Lille, en Francia. 

Entre los muchos logros de Béchamp, estaba el haber desarrollado una manera económica de producir anilina química para los fabricantes de colorantes en Francia. También evitó de una ruina segura a la industria de la seda al descubrir las causas y la cura para dos enfermedades que estaban devastando las poblaciones del gusano de seda. Aunque en una carta dirigida a un amigo, Pasteur declaraba que jamás había tocado un solo gusano de seda, más tarde se arrogaba el haber solucionado el problema de los productores de seda; y efectivamente, debido a una muy buena publicidad y a la reiteración, se le atribuyó a Pasteur dicho logro.

En el ámbito de la producción de vinos, varios procedimientos químicos sugeridos por Pasteur a los viñateros y otros industriales franceses, fueron posteriormente desechados al darse cuenta que no servían.

A pesar de las contribuciones científicas enciclopédicas de Béchamp, su nombre casi ha sido borrado de la historia, mientras que el nombre y los logros de Pasteur son reverenciados.

Tal vez la mayor ofensa de Pasteur fue haber reemplazado arbitrariamente la sólida evidencia del origen y naturaleza de los microorganismos por aquella que él llamó la teoría de los gérmenes. Nenah Sylver (2011) dice: “este cuento de ciencia ficción pronto llegó a ser considerado como un hecho irrefutable por los científicos y médicos de la corriente principal”. ¿Cómo fue esto posible?, continúa la autora especialista en terapias holísticas: “la respuesta entonces como ahora, tiene mucho que ver con la publicidad y la política”. “Una férrea fuerza de voluntad, aguda sapiencia mundana y una ambición a toda prueba eran rasgos prominentes de su carácter”, escribe Edith Douglas Hume, biógrafa de ciencias y autora del libro “Béchamp or Pasteur? A lost Chapter in the History of Biology”.

Béchamp era indiferente a las ambiciones personales. Sus esfuerzos y logros científicos no estaban dirigidos hacia la publicidad y la figuración pública por sus logros científicos; por lo tanto mover influencias tampoco era parte de su repertorio. La auto-glorificación simplemente no estaba en su diccionario.

Su tiempo y energías estaban puestas en la naturaleza y sus misterios, sin descansar hasta encontrar la razón de un determinado enigma que hubiese acaparado su atención.

Mientras las acciones de Pasteur estaban siendo hechas propiedad pública, Béchamp permanecía encerrado en su silencioso laboratorio, inmerso en sus descubrimientos, que eran más tarde publicados en registros científicos sin ser proclamados por la vía de la auto-publicidad.

El médico que escribió el prefacio del libro de Béchamp “The blood an its third anatomical element” (La sangre y su tercer elemento anatómico), señala que uno de los promotores de Pasteur era la Research Advancement Society in England (Sociedad para el Avance de la Investigación, en Inglaterra), “una sociedad que existe con el propósito de popularizar experimentos en animales. Pasteur descubrió  que si uno se pone en el centro de atención y tiene suficiente dinero e influencias políticas, él y su nombre podían ser inmortalizados”.

Si Béchamp era tan innegablemente superior, ¿por qué entonces tantos eran proclives a creer en Pasteur? Sylver (2011) dice: “La respuesta, desafortunadamente entonces como ahora, es imagen. Pasteur era un sobresaliente orador público, mucho mejor que Bechamp, y de presencia  más imponente. Esto es una buena ilustración de como el estatus social y la presencia determinan lo que se considera como ciencia. También, poderosos intereses económicos, incluyendo empresas del ámbito de la química, estaban haciendo dinero con las fábulas de Pasteur. De esta manera, ellos continuaron contribuyendo a suprimir los descubrimientos y el trabajo de Béchamp. Hacia el momento de la muerte de Pasteur, la teoría de los gérmenes ya estaba firmemente arraigada en la conciencia de las personas, impulsada por su propia inercia”.

Aunque las investigaciones y descubrimientos de Béchamp en cierto modo parecen asombrosas, en realidad estaban basadas en el sentido común. El científico descubrió que en cada entidad viviente existe una unidad básica más pequeña que una célula, una estructura molecular viva y autónoma, que él denominó microzyma, que significa pequeño fermento traducido desde raíces griegas.

En vez de ser dañinas, postulaba Béchamp, las microzymas funcionan como elementos anatómicos en un organismo vivo y saludable. Ellas son el agente químico y fisiológico de las transformaciones que toman lugar durante el proceso de la nutrición. En otras palabras, las microzymas son responsables de la construcción del tejido celular. De hecho ellas son de mucha utilidad en el organismo, hasta que el “terreno”, es decir, el cuerpo humano en este caso, cambia y los tejidos comienzan a degenerar. Llegado a este punto, las microzymas modifican su forma y función de acuerdo a su nuevo ambiente.

Las microzymas una vez alteradas, comprenden cerca de una docena de diferentes familias taxonómicas correspondientes a virus, bacterias y hongos. Sin embargo, hay una jerarquía de aparición y estructura entre estos patógenos. Una bacteria se considera como el primer cambio patogénico en un organismo enfermo, o quizá incluso antes un virus o estructura pseudoviral, y una forma micótica (un hongo) es la última. Este orden de aparición y jerarquía de sofisticación podría ser una razón, reflexiona Sylver (2011), de por qué las infecciones bacterianas son más fáciles de eliminar que las micóticas: el cuerpo no está aún tan avanzado en su proceso de deterioro. Cabe mencionar que las bacterias referidas en este texto corresponden a las patogénicas, y no a las benéficas como los géneros Acidophilus y Biphidus que habitan y prosperan en nuestros intestinos y ayudan a digerir los alimentos que consumimos. Esta clase de bacterias benéficas proliferan bajo las mismas condiciones que nos aportan salud y bienestar.

Las microzymas contribuyen a degradar el tejido no-saludable, desintegrándolo a sus componentes más elementales. Catalizan la destrucción total de un organismo sin ser destruidas ellas mismas en el proceso. Cuando ya no hay más tejido que degradar, vuelven a su estado original inofensivo. Béchamp demostró este proceso en un experimento con un gato muerto, el cual encapsuló en sedimento de tipo caliza, evitando cualquier contacto con elementos exteriores incluyendo el aire. Después de varios años, el gato había sido descompuesto por completo a través de la acción bacterial, las cuales retomaron su conformación de microzymas una vez terminado el proceso carroñero.

Las bacterias encontradas en el hombre y en los animales no causan la enfermedad. Ellas tienen la misma función que las bacterias halladas en el suelo, aguas servidas o cualquier otro lugar de la naturaleza, es decir, reciclar tejidos muertos o enfermos, e incluso los desechos del propio cuerpo, y es bien sabido, por lo demás, que ellas no pueden dañar los tejidos saludables.

En la misma línea, Nenah Sylver op cit (2011) señala: “los tejidos del cuerpo están en un estado saludable cuando reciben los nutrientes que necesitan (y también podríamos agregar cuando no reciben toxinas). Si no hay nutrientes asimilables disponibles por un tiempo determinado, las células caen a un estado patológico de carencia. En este estado las células pierden su vitalidad y habilidad para funcionar y se convierten en tejido enfermo, incapaz de apoyar el crecimiento. Una vez que esto ocurre las microzymas transmutan y son las primeras en aparecer en escena para realizar su trabajo de limpieza”.

POSTERIOR A BÉCHAMP1

Un artículo de una de las ediciones de agosto de 1999 del matutino The New York Times, discutía la naturaleza viral del cáncer en palabras del médico Ludwik Gross, quien había ganado en 1974 un premio de la Fundación Albert y Mary Lasker por su descubrimiento acerca de que el cáncer puede ser transmitido por un virus. En 1978 el Dr. Gross escribió una publicación en la revista de divulgación científica Cancer Research, señalando que había significativa renuencia y a menudo incluso hostilidad por parte de los principales investigadores en aceptar como hechos estas nuevas y fundamentales observaciones. El mismo Gross señalaba: “aquellos proyectos de investigación y enfoques experimentales que diferían radicalmente de los conceptos y teorías aceptadas, no sólo eran mirados con un dejo de reproche, sino que a menudo no conseguían el financiamiento ni el apoyo logístico para llevarlos a cabo”.

Hacia mediados del siglo 20, el mundo científico en general había ignorado el rol de los virus en el cáncer, a pesar que en 1908, investigadores habían sugerido una causa viral en la transmisión de la leucemia y sarcomas en los pollos.

La psicóloga estadounidense, doctorada (Ph.D.) en psicología transformacional, especialista en terapias holísticas y escritora, Nenah Sylver, señala a la luz de todos estos antecedentes: “de manera que los científicos han sabido desde hace un siglo que el pleomorfismo juega un rol en el cáncer y otras enfermedades”.

VIRGINIA LIVINGSTONE-WHEELER (1906-1990)1, 6

En la década de 1940, la Dra. Livingstone-Wheeler (MD) descubrió un microorganismo de tipo bacterial, aparentemente perteneciente a las mycobacterium, que denominó Progenitor cryptocides, del griego asesino oculto. En sus investigaciones bajo microscopio la detectó en la sangre y tejidos de personas y animales con cáncer.

Señala la autora: “Esta especie patogénica es filtrable [muy pequeña] y pleomórfica. Varias enfermedades se asocian con esta familia de microbios: esclerodermia, miocarditis intersticial, fibrosis, pleuresía, pericarditis, fiebre reumática, nefritis, hepatitis y artritis, dependiendo del grado de resistencia del hospedero, virulencia del patógeno y la ubicación del tejido susceptible”.

Estos descubrimientos, señala el médico estadounidense e investigador en cáncer Alan Cantwell, “molestaron a los expertos en oncología, microbiólogos y a la Sociedad Estadounidense del Cáncer, quienes continuaron insistiendo que el microbio del cáncer no existía”.

La Dra. Livingstone-Wheeler sostenía que este patógeno está comúnmente presente en los humanos y animales, pero causa cáncer cuando la función inmune está alterada, reconociendo a su vez que el sistema inmune es dañado por exposición a toxinas químicas, estrés emocional y una alimentación deficiente.

En 1953, presentó sus descubrimientos en el 6° Congreso Internacional de Microbiología en Roma. Después de dicho evento, la Academia de Medicina de Nueva York se apresuró en emitir una declaración objetando sus descubrimientos. Por su parte el Dr. Cornelius P. Rhoads, jefe del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, detuvo el financiamiento hacia el centro de investigación donde trabajaba la Dra. Livingstone-Wheeler, el Rutgers-Presbyterian Hospital Laboratory.

FIGURA 1. La flecha en el centro muestra una de las células sanguíneas que presenta una gran forma patológica en su interior. La flecha hacia la derecha muestra lo que Livingstone-Wheeler y Livingstone llamaron células agotadas, que parecieran ser glóbulos rojos con una intensa granulación, de tonalidad vidriosa y encogidos en tamaño, producto de haber sido consumidos por el parásito pleomórfico. Muestra de sangre de paciente con sarcoma de cuello.  Aumento de 750 veces.

Es del caso recalcar que a instancias del 1° Congreso Internacional de Microbiología y Leucemia en Antwerp, Bélgica, donde ella participó en 1958, se dio cuenta que el pleomorfismo asociado al cáncer era ampliamente aceptado en Europa, mientras al otro lado del Atlántico era ignorado. Hacia 1959, la Dra. Livingstone-Wheeler se mudó a San Diego, California, y casualmente tuvo como vecino a Royal Rife. Por cerca de un año trabajaron juntos, y aunque ambos sostenían similares visiones acerca del pleomorfismo, la investigadora y médico decidió  enfocarse en desarrollar una vacuna para combatir las enfermedades, además de considerar una dieta adecuada y los suplementos como parte de su terapia.

Hay también evidentes cambios en el carácter de los leucocitos, señalan los investigadores antes mencionados. En etapas avanzadas de la enfermedad (cáncer), su coloración es distinta, se presentan débilmente luminiscentes e inactivos, en contraste con leucocitos normales que poseen gránulos vigorosos y activos, además de movimientos ameboides.

FIGURA 2. Desintegración de glóbulos rojos liberando parásitos pleomórficos en el suero sanguíneo. Carcinoma de pulmón. Aumento de 1.350 veces.
FIGURA 3. Parásito pleomórfico en el interior de un eritrocito (glóbulo rojo) hospedero. Carcinoma de glándula parótida. Amento de 1.350 veces.
FIGURA 4. Profusa red de micelio emergiendo de un protoplasma (estructura celular indefinida, probablemente un glóbulo rojo parasitado por los microorganismos pleomórficos). Enfermedad de Hodgkin de la piel (un tipo de cáncer).

Los investigadores antes citados identificaron 14 formas o estructuras pleomórficas en muestras de sangre de pacientes oncológicos observadas en microscopía de campo oscuro, y 10 formas más en microscopía luminiscente.

FIGURA 5. Virginia Livingstone-Wheeler.

ELEANOR ALEXANDER-JACKSON1

En su laboratorio de la Universidad de Cornell, la microbióloga Eleanor Alexander-Jackson había observado el pleomorfismo en el bacilo de la tuberculosis, viéndolo cambiar de forma y tamaño.

Hacia 1948, las Dras. Alexander-Jackson y Livingston-Wheeler se conocieron y descubrieron juntas un medio de tinción que permitía ver con facilidad el patógeno mencionado bajo microscopio, lo cual les permitió incluso observarlo dentro de un tumor maligno.

Por aquel entonces, la manera de diferenciar formas microbiológicas virales de bacterianas, era pasarlas por un filtro. Los virus, más pequeños que las bacterias, pasaban a través del filtro mientras que las bacterias no.

Las dos investigadoras descubrieron que los microrganismos encontrados en esclerodermia, lepra, tuberculosis y cáncer, podían cambiar de forma, desde pequeñas estructuras filtrables a otras más grandes no-filtrables. Esto significaba entonces que los virus se transformaban en bacterias y las bacterias en virus. Lo que la ciencia había catalogado como patógenos separados y discretos, eran en realidad el mismo microorganismo cambiando de forma de acuerdo al estado del organismo huésped. Son estos cambios en la forma y por ende en la función de un patógeno, lo que causa los diferentes síntomas a lo cual llamamos enfermedad.  

En 1966, las Dras. Livingstone-Wheeler y Alexander-Jackson presentaron una publicación en un seminario en el estado de Arizona, EE.UU., financiado por la American Cancer Society (Sociedad Estadounidense del Cáncer). Cuando Alexander-Jackson regresó a su laboratorio en la Universidad de Columbia después del mencionado seminario, se encontró con la sorpresa que había sido desvinculada de su cargo como investigadora.

IRENE COREY DILLER1

Contemporánea de las investigadoras antes señaladas, la bióloga celular Irene Corey Diller, quien se desempeñaba en el Instituto para la Investigación del Cáncer, en Filadelfia, EE.UU., se hizo conocida por descubrir y aislar microorganismos micóticos en células malignas (cáncer). En 1953 publicó “Studies of Fungoid Form Found in Malignancy” (algo así como “Estudios de formas micóticas [hongos] en el cáncer”).

Corey Diller se unió a las investigadoras antes señaladas. Inocularon ratones con los microorganismos pleomórficos ligados al cáncer, cultivados a partir de muestras de tumores en humanos, observando que los ratones entonces desarrollaban tumores malignos, tal cual Royal Rife lo había hecho cientos de veces en la década de 1930. Desde estos tumores en ratones, las investigadoras cultivaban los mismos patógenos pleomórficos obtenidos antes desde tejido maligno humano, probando así que dichos microorganismos estaban involucrados en el desarrollo del cáncer.

Por otro lado, utilizando los métodos de Livingstone-Wheeler, Corey Diller también logró cultivar microbios provenientes de sangre de personas con cáncer.

FLORENCE SEIBERT (1897-1991)1, 7

Era considerada una de las principales autoridades en química e inmunología de la bacteria ácido-rápida que causa la tuberculosis.

En la década de 1920, la Dra. Seibert había ideado un método seguro para hacer trasfusiones sanguíneas, eliminando la contaminación bacterial. Fue una científica premiada con honores por sus logros. En 1938 la National Tuberculosis Association (Asociación Nacional de Tuberculosis de los EE.UU.) le otorgó la Medalla Trudeau, el más alto reconocimiento por la investigación en tuberculosis, por perfeccionar el test de piel para la tuberculosis (usado en el mundo entero). En 1942, recibió la Medalla Garvan de la Sociedad Química Estadounidense, y en 1990 fue incorporada en el Salón de la Fama para Mujeres en los EE.UU.

En 1959 Seibert se retiró de la actividad científica, pero estaba tan conmovida con las investigaciones de Corey Diller, que retomó la investigación en 1960 para contribuir a probar que los microorganismos estaban detrás de la etiología del cáncer.

El Dr. Cantwell antes citado, quien llegó a ser cercano a las cuatro investigadoras mencionadas, señala: “en los experimentos conducidos por Seibert y su equipo de investigación, pudieron aislar bacterias de cada una de las muestras de tumor y de sangre de personas con leucemia aguda, probando que estos microorganismos del cáncer del tipo tuberculosis no estaban en las muestras debido a contaminación externa accidental”.

En su autobiografía denominada “Pebbles on the Hill of a Scientist”, publicada en 1968, detalla: “una de las propiedades más interesantes de estas bacterias es su gran pleomorfismo. Por ejemplo, ellas cambian rápidamente de una forma circular (bacterias tipo coccus) a una alargada como una varilla o bastón (bacterias tipo bacilos) e incluso a finas formas filamentosas, dependiendo del medio en el cual ellas crecen. Incluso aún más interesante, es el hecho que estas bacterias tienen una forma filtrable en su ciclo de vida, es decir, un estadio significativamente más pequeño que una bacteria corriente.

Las investigaciones de Seibert, Livingstone-Wheeler, Alexander-Jackson y Corey-Diller, dejaban en evidencia los ambiguos límites entre las supuestas formas inalterables de los patógenos. 

Las provocativas publicaciones de Seibert, algunas emanando del prestigioso medio Annals of the New York Academy of Sciences (Anales de la Academia de Ciencias de Nueva York), debieron haber causado revuelo”, comenta el Dr. Cantwell.

Así, con estas cuatro mujeres acercándose lentamente a la causa infecciosa del cáncer, los fondos para la investigación, como aquellos provenientes de la American Cancer Society (Sociedad Estadounidense del Cáncer), cesaron repentinamente.

Después de la muerte de la Dra. Seibert, los obituarios mencionaban su contribución en haber hechos más seguros los procedimientos intravenosos y su logro con el test de piel para tuberculosis, pero no se mencionó ni media palabra en relación con su investigación ligada a los patógenos asociados al cáncer, a la cual le dedicó los últimos 30 años de su vida.

La Dra. Seibert falleció en 1991, desconcertada por la falta de interés de la industria médica en torno a encontrar la cura para el cáncer. Ella señalaba: “es muy difícil entender la falta de interés, en vez del gran entusiasmo, que deberían generar tales descubrimientos”.

En 1985 el Sloan-Kettering Cancer Institute encontró en muestras de sangre de pacientes con cáncer los mismos patógenos pleomórficos que décadas antes habían sido observados y descritos por Rife, Livingstone-Wheeler, Alexander-Jackson, Corey-Diller y Seibert. Decidieron entonces concluir que los microbios observados provenían de una fuente externa que había contaminado los cultivos, y enterraron dicha investigación.

LIDA MATTMAN (1912-2008)1, 8

Profesora de biología y microbiología, en 1997 esta científica estadounidense fue nominada al Premio Nobel por su trabajo en el ámbito de los patógenos furtivos. Con 35 años de experiencia en los campos de la inmunología, microbiología, bacteriología, virología y patología en varias instituciones, Mattman era una investigadora científica bien capacitada. Su especialidad era el estudio de uno de los agentes causales de la enfermedad de Lyme, la bacteria espiroqueta Borrelia burgdorferi. Mattman había identificado a este patógeno como pleomórfico. En su libro “Cell Wall Deficient Forms: Stealth Pathogens”, Mattman describe cómo la Borrelia burgdorferi puede sobrevivir y prosperar sin tener pared celular (cobertura exterior de las células vegetales y de la mayoría de las bacterias). En este estado deficiente en pared celular, es bastante peligrosa porque ni las defensas del cuerpo ni los antibióticos pueden detectarla. Sin  embargo, y dado su carácter pleomórfico, Mattman pudo cultivar en laboratorio dicha bacteria desde su forma sin pared celular a su forma de espiroqueta.

FIGURA 6. Lida Mattman.

GASTON NAESSENS (1924-2018)1, 9

Microbiólogo francés radicado en Canadá, diseñó un inusual y poderoso microscopio llamado somatoscopio. Usando luz polarizada de una fuente ultravioleta, consta de un poder de magnificación de 30.000 veces, en vez de los usuales 2.500 diámetros de los microscopios convencionales

Del mismo modo que los investigadores antes mencionados, Naessens también observó pequeñísimas entidades en la sangre, a las que llamó somátides. Describió 16 ciclos en las somátides, siendo normales sólo los primeros tres estadios.

Cuando el organismo pierde el equilibrio, las somátides evolucionan a las otras 13 formas patológicas (virus, bacterias, hongos). Naessens relaciona las formas patogénicas de las somátides con un montón de enfermedades, tales como artritis reumatoide, cáncer, VIH-SIDA, lupus eritematoso y esclerosis múltiple.

El investigador podía predecir qué condición patológica se desarrollaría en una persona de acuerdo a las variedades pleomórficas más prevalentes en su sangre.

Naessens desarrolló un suplemento holístico para combatir el cáncer que llamó 714X, y que contenía alcanfor, cloruro de amonio, nitrato de amonio, cloruro de sodio etanol y agua. El producto se inyecta todos los días en un ganglio linfático de la ingle en ciclos de 21 días ininterrumpidos. Al menos se requieren tres ciclos del procedimiento, siendo lo común requerir la terapia sobre una base de largo plazo.

Las inyecciones de 714X parecen activar la respuesta inmune y movilizar el sistema linfático, siendo entonces las defensas del propio organismo las que combaten el cáncer.

Sylver (2011) señala que las inyecciones están disponibles en Canadá, México y en los países de Europa Occidental, siendo utilizadas en el mundo entero por ser exitosas. Debido a su trabajo, Naessens fue perseguido por el establishment médico-farmacéutico.

FIGURA 7. Gaston Naessens.

REFERENCIAS

1. Nenah Sylver. 2011. “The Rife Handbook, of Frequency Therapy and Holistic Health”. Desert Gate Productions LLC, USA.

2. Barry Lynes. 1987. “The Cancer Cure That Worked. Fifty Years of Suppression”. Compcare Pubns.

3. Edith Douglas Hume. 1923, “Béchamp or Pasteur? A Lost Chapter in the History of Biology”. London: C. W. Daniel Company, 1923; re-impreso, Pomeroy, Washington: Health Research, 1989).

4. R. B. Pearson. 1942. “Plagiarist Impostor! The Germ Theory Exploded!”. United States: R. B. Pearson, 1942; re-impreso, Pomeroy, Washington: Health Research, 1964.

5. Antoine Béchamp. 1912. “The blood and its third anatomical element”.

6. Virginia Wuerthele-Caspe Livingstone y Afton Munk Livingstone. 1972. “Demonstration of Progenitor Cryptocides in the Blood of Patients with Collagen and Neoplastic Diseases”. Transactions New York Academy of Sciences, 1972 May;34(5):433-453. NOTA: Virginia Wuerthele-Caspe Livingstone corresponde a Virginia Livingstone-Wheeler. La conformación de sus apellidos fue cambiando en sus diferentes matrimonios.

7. Florence B. Seibert. 1968. “Pebbles on the Hill of a Scientist”.

8. Lida Mattman. 2000. “Cell Wall Deficient Forms: Stealth Pathogens”. CRC Press.

9. Christopher Bird. 1991. “The Persecution and Trial of Gaston Naessens: The True Story of the Efforts to Suppress an Alternative Treatment for Cancer, AIDS, and Other Immunologically Based Diseases”. H. J. Kramer.